La vuelta a la vida escolar, casi laboral diría yo, ha sido por todo lo alto: 12 horas en la tele en sesión non-stop disponiendo de menos de media hora para devorar un bocadillo de tortilla de patata, que al menos era casera y eso se agradece. Y es que los cinco días de vacaciones me han mantenido en desconexión con el mundo y volver a ponerme a tono cuesta tiempo. Si es que no se puede salir de casa. Me voy y al volver me encuentro con el Madrid campeón de liga, nada sorprendente claro, Calvo Sotelo que ya faltó y la publicación en Bejopa de mi nueva columna que espero leais y no os deje indiferentes.
La verdad he de confesar que miré el pais y el heraldo pero al tercer día me rendí a la British culture que me rodeaba por todas partes con sus dichosas elecciones y demás. Por cierto, ¿para cuando nos pondrán un enorme lazo de colores en la solapa de la chaqueta cuando nos toque estar en los colegios electorales? Menuda privación.
El viaje en general muy bien, frio, sol, granizo y nieve en un mismo día para no variar. El reencuentro con las amistades del pasado muy grato y el reencuentro con la humanidad britanica siempre sorprendente, después de un año allí aún no he conseguido acostumbrarme a las chonis guiris con aquellos modelos imposibles y por supuesto sin abrigo. Lo más grave de todo es que aunque debo confesarme fan solo musical de Amy Winehouse, que daño ha hecho la mujer a la cultura y a la moda británica.
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